“No mezcles negocios y placer”, solía ser la frase hecha. Pero, quienes trabajamos en turismo sabemos que eso ha quedado atrás. ¡Hoy se puede viajar y trabajar a distancia perfectamente!
Hace unos años, el turismo de negocios solía ser una escapada de tinte corporativo, de dos o tres días, para cubrir alguna necesidad de reunirse o supervisar equipos o asistir a conferencias. La forma de trabajar, conformar y dar continuidad a los equipos e incluso de actualizarse y participar en eventos ha cambiado como también lo ha hecho el concepto de “vacaciones de placer”. Para bien o para mal, una nueva tendencia, vinculada a la hiperconectividad (que ya existía, pero se ha profundizado y «perfeccionado» durante los últimos dos años) ha puesto pie en tierra.
La recientemente acuñada expresión «bleisure» pretende poner nombre y apellido a una combinación de negocios y turismo personal. Podrías estar viajando a una junta de negocios en un destino con atractivas playas, para luego aprovechar unos días personales en un hotel con buena conectividad y espacio de trabajo, para así aprovechar que ya has tomado un avión y adelantar notablemente esas presentaciones que pensabas hacer más adelante en el año en un escenario inmejorable.
La tecnología, claro, la mejora de las opciones de conectividad, junto con la inesperada o forzada necesidad de trabajar de manera remota, son los protagonistas de este fenómeno que ha cobrado creciente importancia. Si bien el trabajo remoto ya existía, los mismos que las juntas virtuales, nos vimos obligados aceleradamente a buscar la manera en que el trabajo se pueda concretar de la misma manera, los equipos funcionando y los recursos optimizándose, que cuando las personas se veían en oficinas y centros de convenciones de manera cotidiana. Hoy por hoy, el escritor freelancer o el nómade digital, que trabajaba desde donde fuera que hubiera wifi, y el CEO de una empresa con oficinas y personal en cinco continentes tienen algo en común: tienen que poder hacer su trabajo a distancia, procurando los mismos resultados, minimizando las horas de encuentro y los vuelos.
Aquellas firmas que avalan el «bleisure» permiten a sus empleados extender sus viajes de trabajo y así pasar tiempo conociendo y explorando el destino. En algunos casos incluso, se les permite llevar a sus familias, aunque se trate de estadías cortas. ¿El problema? Arrastrar y maximizar la problemática que -también- creció en la era COVID, de desdibujar los límites que tradicionalmente han existido entre vida personal y laboral. ¿Lo positivo? Para los empleados, parte de los gastos están cubiertos por el empleador, y para este último, cuenta con un mayor tiempo de disponibilidad del trabajador, que si la desconexión fuera total.
Si bien el concepto de bleisure, como dijimos, no es nuevo -para nada-, el crecimiento “post” era COVID se ve motivado por la necesidad de minimizar los viajes y la exposición de las personas a riesgos y a aprovechar económicamente las inversiones en aéreos, traslados, alojamiento, etc. Es una buena manera, si se implementa de manera adecuada y consensuada, de permitir un beneficio al ejecutivo que viaja, a la vez que teniendo desde la empresa la disponibilidad del viajero en casos en que es menester la presencia física. Como en todo, estamos aprendiendo de nuevas tendencias a implementar y de lo que nos dejaron estos años tan atípicos.